Muy a menudo, cuando sin querer descubrimos información sobre la vida sexual de una persona, sentimos rechazo o nos sorprendemos; sobre todo si es una figura de autoridad, como una jefa, un superior, etc.; ¡como si nos reprodujésemos por generación espontánea! Todo eso tiene una explicación muy simple, y es que en nuestra sociedad, por mucho que finjamos que no es así, el sexo es tabú. Está bien que los que quieran lo reserven para su esfera privada, pero una cosa es no dar detalles sobre lo que cualquiera hace en su cama y otra muy distinta no hablar nunca en absoluto de sexo. ¿Qué clase de generaciones estamos formando así? Pues eso también se sabe: generaciones que, como nosotros, hacen uso de la doble moral; y se ríen mucho cuando se insinúa algo sexual pero, al mismo tiempo, nos avergonzamos al ver algo así de verdad, o siquiera imaginarlo.
Por eso, considero que la existencia de los sex shops es fundamental no solo porque los artículos ofrecidos en ellos nos ayudan a buscar nuestro placer sexual, sino porque el mero hecho de ver una tienda erótica mientras paseamos por la calle visibiliza el mercado del sexo consentido y, sin darnos cuenta, lo vuelve una opción de ocio natural, algo entretenido y que no tiene nada de malo, y que, desde luego, no sirve solo para reproducirnos. Poco a poco, y con paciencia y sin autocensura, conseguiremos poder decir las palabras “bolas chinas”, así como muchas otras, sin tener vergüenza y sin que a nadie se le escape la risita tonta. Y poco a poco, tanto los hombres como los mujeres podremos hablar con libertad de lo que nos gusta en el terreno erótico sin que nadie considere que las mujeres, por el mero hecho de serlo, deberían ser un poco más recatadas.
Así que, si ustedes están deseando vencer sus prejuicios, empiecen de cero: buscando más información en Internet sobre el tipo de artilugios que se venden tanto en estas tiendas en físico como en espacios de venta virtuales como el que les acabo de pasar. No tengan pudor.
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